jueves, 12 de diciembre de 2013

La leyenda cuenta que en el cementerio protestante de Málaga habita el espectro de un guardián protector que vela por el descanso de los difuntos que allí reposan. Muchos han sido los testigos que afirman haberlo visto vagar por el camposanto acompañado por la suave luz de su candil. 

La necrópolis protestante malagueña de Saint George abrió sus puertas, puntualmente, a las 12 de la noche. Un nutrido grupo de turistas aguardaba en el exterior a la espera de disfrutar de las siniestras experiencias que se habían anunciado en un periódico local. El organizador del espectáculo Ghost Tour, Sergio Calle Llorens, pretendía ofrecer un evento en el que los participantes, envueltos en el inquietante ambiente de un camposanto nocturno, pudieran conocer de primera mano las leyendas y las tradiciones que lo rodeaban desde antaño. El actor y guía de la ruta, Jonathan Blanca, ataviado con un hábito de monje, encabezó la comitiva, que iba deteniéndose en diferentes puntos del camposanto, donde narraba las historias de espíritus y de fenómenos extraños que habían protagonizado los visitantes y los vecinos en aquel lugar. Los ánimos se iban caldeando a medida que el grupo penetraba cada vez más en la parte antigua y boscosa de la necrópolis, en la que las tumbas y los panteones se ocultaban entre la maleza. Mientras el guía narraba la leyenda del guardián del cementerio, parte del grupo se giró para observar un repentino resplandor que apareció por sorpresa a lo lejos dentro de los márgenes del recinto. Poco a poco, la luz se fue acercando y se apreció la figura de un hombre, candil en mano, que caminaba renqueando. Los turistas comenzaron a sonreír y más de uno aplaudió la insólita escena, lo que contrastaba con el rostro blanco y estupefacto del guía, que al fijar la vista en el espectral inquilino había enmudecido. “Todos, menos el guía, pensaron que aquella figura pertenecía a algún actor del Ghost Tour, pero no tenía nada que ver con el evento. Es más, a los pocos segundos desapareció y no pudieron dar con ella a pesar de que la puerta principal estaba cerrada con llave. Dado el estado de pánico de nuestro guía, aquella noche tuvimos que suspender el show”, comenta Sergio Calle con asombro. ¿Quién era realmente aquel hombre, que recorrió un amplio tramo del camposanto acompañado por la débil luz de un candil? ¿Podría tratarse del guardián del cementerio?


Un refugio para los protestantes 
A principios del siglo XIX los aires no soplaban a favor de los extranjeros protestantes que residían en algunas localidades españolas. En la capital malagueña los difuntos de este credo eran enterrados al anochecer en cualquier lugar discreto, como una playa aislada, pues no se permitía el descanso a los residentes no católicos en ninguno de los escasos cementerios de la ciudad. Este hecho motivó que el cónsul británico, William Mark, se preocupara por el destino de sus conciudadanos y que comenzara a gestar un proyecto para la creación de una necrópolis que acogiera las inhumaciones de los extranjeros de religión protestante que fallecieran en Málaga. El 11 de abril de 1838, por una Real Orden de Fernando VII, se cedió un terreno situado en el este de la ciudad a dicho cónsul. De esa forma se erigió en el Paseo de Reding el primer cementerio británico o protestante de la capital de la Costa del Sol. Su belleza reside, además de en los monumentales panteones y en sus románticos jardines, en la naturaleza que lo envuelve. Tumbas, panteones y mausoleos se mimetizan con los árboles y los arbustos que crecen a su alrededor a través de los caminos escarpados, que se asemejan a los de un bosque legendario. Los monumentos sepulcrales de la zona presentan los estilos clásico, neogótico y modernista, y son muchos los personajes populares que allí descansan. Una de las sepulturas más antiguas es la del oficial Robert Boyd, fusilado en el año 1831 debido a su carácter liberal y a su colaboración con el general Torrijos en la insurrección contra el absolutismo de Fernando VII. Asimismo, destaca también el mausoleo de la familia del cónsul William Mark, máximo responsable de la creación del propio cementerio. Y el monumento funerario de los marinos alemanes fallecidos en la fragata Gneiseau, que allá por el año 1900 naufragó encallando en las costas malagueñas. Y la sencilla tumba del poeta Jorge Guillén, que expuso su deseo de ser enterrado en este cementerio protestante. 



El guardián de la necrópolis

Sin embargo, lo más llamativo de este singular camposanto es la vieja leyenda británica que lo envuelve y que asegura que la última persona que es enterrada en un cementerio se convierte en su guardián. Este debe velar por la seguridad de las almas allí congregadas hasta que un nuevo difunto sea inhumado y ocupe el puesto del anterior vigía. En el camposanto de Saint George se mantiene muy viva esta tradición, y son muchos los que creen en ella. Paradójicamente, el último fallecido de este cementerio es Antonio Alcaide, quien fue vigilante del mágico enclave. Ahora la tradición señala que es el guardián espiritual de los muertos allí enterrados. Y parece que será así por mucho tiempo, ya que por decreto no se volverá a enterrar a nadie en la necrópolis británica. La figura errante del guardián del cementerio ha sido observada vagando por los sinuosos caminos del camposanto por los vecinos que habitan en las viviendas colindantes al cementerio, así como por múltiples visitantes que han penetrado en sus dominios. Por ello, en los últimos años, a modo de atracción turística, se realizan recorridos guiados por el cementerio británico en mitad de la noche para transitar por sus caminos y conocer sus leyendas. La ruta parte de la cancela de entrada y, tras surcar el camino principal, donde se encuentra la iglesia, trepa por las inestables calles de la parte superior. Personas de toda condición social y edad, deseosas de conocer este importante patrimonio malagueño, han realizado este camino nocturno. Y más de uno se ha llevado desagradables sorpresas. Aseguran haber sido tocados por manos invisibles, haber oído pasos donde no había nadie y haber escuchado voces provenientes de la nada.

El ángel encantado
Incluso Antonio Alcalde fue protagonista de uno de estos sucesos inexplicables mientras velaba por el mantenimiento de la necrópolis anglicana, heredero de una labor que ya habían desarrollado su padre y su abuelo. Un día vio cómo un hombre de aspecto extravagante subía la cuesta principal del cementerio y comenzaba a caminar de un lado a otro con la mirada perdida y un gesto extraño en el rostro. Al aproximarse a uno de los mausoleos, que poseía una enorme figura de un ángel a tamaño natural, se quedó mirándolo fijamente. Cuando Antonio se acercó para saludar al recién llegado, este entabló una conversación con él. Pero lo que le contó escapaba a toda lógica. Aquel individuo sostenía que el arcángel custodio que se encontraba sobre la tumba no era solamente de mármol, sino que bajo aquella coraza estaba el cuerpo de una muchacha difunta. Pocas palabras más salieron de los labios de aquel hombre, y las que lo hicieron fueron para manifestar que el ángel estaba vivo gracias al alma de la joven fallecida que custodiaba la figura y que así perduraría a través de los siglos.

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